27 noviembre 2007

Hoi An, un encanto de ciudad

Hoi An está en el centro de Vietnam, a orillas del Mar de China, una encantadora ciudad que cuyo puerto alcanzó gran importancia entre los siglos XVI y XIX. Es un lugar turístico, es verdad, pero una monada y muy, muy acogedor, y además, ¡El paraíso de las compras!


Nos dieron la bienvenida unas nubes grises, sin lluvia, y es que en ese punto del viaje, una se alegraba por unas cosas. Claro, que había llovido de lo lindo... Fue dejar las maletas en el estupendo Phuoc An Hotel (Internet, piscina y bicicletas gratis) y ¡¡al sastre!! Yo me hubiera quedado una semana, la verdad, incluso sonreía permanentemente...

Resumo un poquito:


No voy a enumerar todo lo que me hicieron en las dos sastrerías, pero fue muy barato, si comparamos las variables calidad-precio, que nadie espere sastrería fina porque no funciona así la cosa. Las telas bien, aunque con las sedas teníamos serias dudas, pero no me pareció ver demasiada variedad de tejidos. Por supuesto, me estoy refiriendo a las cuatro donde entramos y más concretamente a las dos donde encargué ropita, aunque he de decir que dentro de las sastrerías las hay más y menos “pijas”. Recomiendo altamente la segunda (HANH, 2 Le Loi St.), porque nos parecieron más profesionales que en la primera (PHUÓC, 5 Hai Ba Trung St.), y además, admitían tarjeta de crédito sin cobrar el 3% de comisión.

Consejos para sastrerías:
  • Escribir los acuerdos en papel y quedarse con copia, incluso el pago de tarjeta sin comisión, y el día y la hora que os vais de la ciudad.
  • Exigir doble costura, hilo y cremalleras del mismo tono que las telas, elegir el tipo de botones... Ah, y un forro que pegue con el tejido exterior.
  • Contar con tiempo para hacer al menos dos o tres pruebas. Todo te lo hacen de un día para otro, y cierran a las 21pm, pero dependiendo de la dificultad de la prenda, yo no me arriesgaría.
  • En cuanto al diseño, sobre todo si se elige en una revista, mejor dejarles claro hacia qué lado queremos que abrochen los botones, y también el largo y la holgura, porque cortan la tela muy, muy justa. Y es lo que pasa con todos los cortos, que de donde no hay no se puede sacar…

Hoi An es pequeño, su centro histórico está formado por tres calles, todas repletas de casas antiguas, algunas de madera, preciosos cafés, apetecibles restaurantes, una zona con muchas tiendas de antigüedades y galerías de arte, algunos templos, museos y talleres artesanales. Además, están las múltiples sastrerías y la zona del río con el mercado próximo.

Es famoso también el puente cubierto japonés, de madera y pequeñísimo, y que tiene su historia, basada en un monstruo enorme. Y tanto que lo era, según cuenta una leyenda, este monstruo tenía su cabeza en India, la cola en Japón y el cuerpo en Vietnam, ahí es ná, y era el responsable de las inundaciones y los terremotos que sufría Vietnam, producidos cada vez que se movía. Es por ello que construyeron ese puente, con doce columnas de madera que se clavarían a modo de espada en el corazón del monstruo.


En el centro de la imagen el puentecillo japonés


Realmente es una delicia pasear por sus calles. Supongo que un entorno así ha debido atraer a muchos artistas porque se encuentran infinidad de galerías de arte que exponen unas pinturas realmente preciosas. Otras no tanto, aunque es cierto que sorprenden y gustan, hasta que las ves repetidas en una y otra tienda. Nosotras, después de entrar en varias encontramos una con pinturas en papel de arroz, y compramos, porque eran las más originales y porque estaba el pintor en plena faena. Fue el único artista que vimos... Perfectamente embaladas en unos trozos de tubería!! Me encanta:



Otro de los puntos fuertes de Hoi An es su gastronomía. Preciosos restaurantes, de categoría, que ofrecen unos menús fabulosos a precios irrisorios. Recomiendo probar un pescado llamado Red snapper que está de miedo, con lemon grass nos gustó mucho, y también un plato llamado White Rose, que es una gamba cocida al vapor que sirven envuelta en papel de arroz.

Ya lo había buscado por Internet y el segundo día hicimos un curso de cocina con Red Bridge. Elegimos este sitio porque publicitaban que te llevaban al mercado y después en barco al lugar donde está la escuela de cocina, incluía además una bebida en el punto de encuentro, el curso y la comida.


Después del viaje en barco de más de media hora, llegamos a la Escuela de Hostelería. Nos sentamos en sillas con cuaderno en mano, en frente del cocinero, un tipo muy gracioso que nos enseñó a cocinar varios platos, algunos de cuales los repetimos nosotr@s en unos fogones muy monos.


También nos mostró como decorar el tomate, dar forma de flor a las rajitas de una zanahoria y cosas así. Ya habíamos comprado en la ferretería del mercado algunas herramientas para llevar a cabo el trabajo, que a mí me resultó bastante difícil, vamos que hoy mismo me pongo con la cena de Noche Buena… Por si alguien quiere copiar la idea, la piña, es piña, pero lo que parece una flor es un calamar.


Yo me lo pasé muy bien, pero no lo recomiendo. Razones: hay que dedicar cuatro horas; el tiempo en el mercado es para enseñarte algunos productos, pero no para hacer la compra, y aunque algo te explicaba, fue a toda leche; el paseo en barquita agradable pero largo; los platos que cocinaron son simples y nada típicos, ejemplo de ello las berenjenas cocidas con salsa de tomate que tanto indignaron a Núria, o las crêpes; y por último, en una escuela de hostelería que te den como almuerzo exactamente el mismo menú que habíamos estado cocinando y degustando, deja mucho que desear… Todo esto lo expresé en la hojita que nos dieron al final de la jornada, así que a lo mejor toman nota y mejoran.

Había un compy holandés que nos aconsejó el curso de dos horas que había hecho la noche anterior en el Hai Ca Fé, el mismo sitio donde lo habían hecho Elena y Romà. A los tres les encantó, aprovechas el tiempo porque es por la tarde noche (al mismo tiempo cenas), y además, te dan a probar otros platos diferentes de los que te enseñan a cocinar. Si volviera, haría éste, aunque lo más importante es indagar sobre el menú de esa noche.



Lo que sí recomiendo es la visita al mercado, abarrotado de puestos y de gente. Muy interesante.


Y es que, nos contó el guía que nos llevó al mercado, que las mujeres vietnamitas van tres veces al día porque quieren todos los alimentos frescos y como no tienen frigoríficos en sus casas, no les queda más remedio!? Por Dios, que estrés.


Vimos escenas muy pintorescas, y me llamó la atención las enormes madejas de fideos de variados colores y grosores que yacen sobre los mostradores, frutas extrañas a mis ojos, el pescado coleteando… Y grandes mesas donde se agolpan los comensales. He aquí unos cangrejos de color azul, una novedad para mis ojos.

Nos faltó tiempo para ver y hacer muchas cosas. Ni fuimos a la playa próxima, ni a ver pueblitos de los alrededores, ni a ver las ruinas de My Son, aunque sé que algún día iré a Camboya así que supongo que puedo prescindir de ellas.



Después de hacer un seguimiento en el mapa de trayectorias del tifón, teníamos cada vez más claro que habíamos escogido la mejor opción. Además, las temperaturas en Ha Noi y Cat Ba eran altas y continuaba haciendo sol. Volamos tempranito desde Da Lang a Ha Noi, y compartimos monovolumen con Kemllen, una americana-dominicana, muy simpática con la que coincidimos en el hotel y en el vuelo. Ella venía de Tailandia, y nos reímos un montón despellejando a los vietnamitas y comentando sus métodos de timar, haciendo terapia en grupo, básicamente. Bueno, y también compartimos un cabreo con la consiguiente indignación porque no nos dejaban utilizar el mismo taxi, aunque íbamos a coger el mismo vuelo..., y todo porque perdían la comisión. Es increíble que en un hotel tenga una que escuchar estas cosas.

CONTINUARÁ



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