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01 octubre 2007

Más sobre Estambul

Continúo con Estambul, que a este paso se me van a acumular las crónicas de mis viajes... Es que no he tenido ni tiempo para repasar las pinceladas que había redactado.

Al día siguiente, la mañana se presentó de lo más desapacible, con un cielo plomizo y amenazando tormenta, cosa que me disgustó bastante.

Fuimos con bastante antelación a sacar las entradas del palacio Topkapi, situado en la zona llamada la Colina de Serrallo, un laberinto de edificios de la época del imperio otomano lleno de dependencias en las que el lujo está presente, o debió estarlo en la época de mayor esplendor. Desde luego, la superficie que ocupa impresiona porque he leído que es similar al doble del Vaticano o la mitad de Mónaco; por lo tanto, las cuatro horas de visita están justificadas.

Desde mi punto de vista, el Palacio no es para tirar cohetes. Me explico. Bien es cierto que las salas con sus joyas y tesoros muestras piezas muy trabajadas y de gran valor, y que posee enormes pabellones como por ejemplo donde se ubicaban las cocinas en cuyo tejado asoman varias chimeneas; pero me pareció que su interior no estaba muy ambientado en la época y por otro lado el entorno no estaba muy cuidado y con lo que cobran bien podrían hacer algo, digo yo.

No obstante, el pabellón que fue el harén me pareció precioso y con mucho encanto, con salas magníficamente azulejadas, los cojines a modo de sofás, los baños… Pánico me daba sólo de pensar meterme en esta bañera...



Después de cuatro horas viendo interiores habíamos decidido que tocaba un espacio abierto. Recomiendan que la mejor manera de ver el Bósforo, sea a bordo de uno de los barcos de pasajeros que recorren sus costas, de manera que nos dirigimos al muelle de Eminönü a preguntar por el barco en cuestión. No fue fácil, ya que la gente se empeñaba en enviarnos a uno de esos cruceros turísticos y nos costó un poquito encontrar el que utilizan los lugareños. Ya casi se iba… Me recordaba a las miles de veces que he llegado al cine por los pelos…

El Bósforo es un estrecho que por un lado une el mar de Mármara con el mar Negro y por otro separa los dos continentes, Asia y Europa. El nombre significa "vado de vaca". Parece que “según la mitología griega, Zeus convierte a su amante Io en una vaca para protegerla de su mujer; pero Hera se entera y manda un tábano para molestarla. La vaca, escapando del tábano, se ahoga en el estrecho.” Majo este Zeus, ¿verdad?

El trayecto duró una hora, durante el cual el barco va haciendo el recorrido a modo de zigzag, tocando diferentes puntos de ambas orillas. Desde el barco se aprecian mejor las dimensiones de los palacios, como los 600 metros del Palacio de Dolmabahçe, villas estupendas con su embarcadero y su yatecito…

Nos bajamos en la última parada y nos dirigimos a la zona de los chiringuitos a comer algo. Nos sorprendió mucho ver en la parte cubierta del chiringuito de al lado a unos recién casados que estaban compartiendo mesa y mantel con otra pareja. No parecía haber más invitados, y eso que ella era una novia en toda regla: con su vestido de raso brillante, su ramo de flores hecho con la misma tela del vestido… Tremendo.

El regreso lo hicimos en un autobús local, en cuyo interior una ancianita nos llamó la atención por hablar “tan alto”, y os prometo que en ese momento no era cierto; pero claro, teniendo en cuenta que había un cartel que prohibía utilizar el móvil... Había mucho tráfico y desde luego en tranvía hubiera sido más rápido, pero a lo largo de la costa vimos escenas de lo más curiosas. Era Domingo y parece que los lugareños ese día utilizan cualquier pequeño espacio con hierba para hacer barbacoas, un picnic o dormir en una hamaca que han instalado aprovechando dos árboles. Otros pescaban, claro. Desde luego en Turquía el mercado de las parabólicas y las cañas de pescar debe manejar cifras astronómicas.

Nos bajamos en Taskim y paseamos un rato por su calle principal, que está tan transitada como la calle Preciados en Navidad, sólo que aquella es más ancha y larga que ésta. Qué barbaridad, cuanta gente. Y que diferente su público al que se veía en la parte vieja de la ciudad; mucho más modernos, con cortes de pelo muy fashion y ropa de diseño, vaya, que estos si son europeos.

Teníamos el tiempo para ver la mequita de Süleymaniye o Solimán y llegar al hotel donde nos recogían para llevarnos al baño turco. Ah, que no os acordabais que habíamos reservado el día antes!!?? Ellos tampoco, burrggg

Las cúpulas escalonadas y los cuatro delgados minaretes de esta mezquita dominan el horizonte en la orilla del Cuerno de Oro. Se percibía que estaba en lo alto y aún así nos empeñamos en ir andando, y para ello tuvimos que pasar por una zona con calles en cuesta, más bien pobre y llena de niños jugando en la calle.

Empezaba a anochecer y ya estaba iluminada. Desde la torre de Gálata habíamos advertido que esta mezquita era la que primero destellaba, pero verla de cerca me pareció admirable. Al llegar nos encontramos con otros recién casados, que celebraban el banquete en el restaurante situado en frente, aunque esta boda era de postín a juzgar por el automóvil de donde se bajaron.

Muchos la consideran la más bella de las mezquitas de Estambul y verdaderamente comparto esta opinión, porque me pareció preciosa. Qué lástima, que estuvimos tan sólo unos minutos y además no pudimos hacer fotos del interior, porque en ese momento estaban rezando.

Con la lengua fuera llegamos al hotel, unos diez minutos antes de la hora en que previsible mente nos recogían. En este punto ya habréis intuido que no os voy a poder relatar mi experiencia en el baño turco... Resultó que el recepcionista que nos aseguró que había reservado, o bien no lo hizo o los del baño en cuestión pasaron de tomar nota. Así que tendré que conformarme con ver la película del mismo nombre.

En ese momento ya estábamos cabreadas y cansadas que optamos por ir en tranvía a Kumkapi. Nos estaba costando encontrar la calle que llevaba a la zona del os restaurantes y que bien nos vino encontrarnos con una parejita del grupo que se alojaba en un hotel próximo.

Es un barrio de callejuelas lleno de restaurantes, de músicos que amenizan la velada, de comensales cantando y bailando, y mucho bullicio en general. No puedes andar dos pasos sin que te acosen los “comerciales” para que te sientes a toda costa en su restaurante, y enseguida empiezan a ofrecerte descuentos, té gratis y cosas así. Un poco agobiantes, pero aún así me gustó ese ambiente tan alegre y festivo del barrio. La lubina a la plancha muy buena, aunque ni punto de comparación con la que aún perdura en mi memoria (Essaouira, noviembre 2005), y que tenía la menos dos tallas más.

De vuelta al hotel, nos pasamos por la tienda del turco y aunque era la una de la madrugada, aprovechamos para las últimas compras. Nos había invitado a un té y además tenía cosas muy chulas, que me da que traía de sus frecuentes viajes a Asia.

Días intensos. Mucho visto y demasiado que nos faltó por ver. Dejo pendiente un segundo viaje, porque tengo curiosidad por ver la parte asiática y el Palacio de Beylerbeyi, la muralla que se extiende desde el Mar de Mármara hasta el Cuerno de Oro, por callejear sin prisas, por ver los alrededores de Estambul: las islas de los Príncipes, el Bosque de Belgrado, las playas del Mar Negro…

Para los que habéis leído hasta aquí, os dejo un enlace donde podéis ver algunos vídeos del país. Si enviáis un mailecito a la oficina de Turismo de Turquía en Madrid os envían por correo y sin coste alguno, un librito muy completo y un DVD del país.

Y esto es todo… Para los que me preguntáis tanto, insisto, de pasión turca nada. En este momento de mi vida, mi única pasión se llama Jorge y tiene 9 meses.

19 septiembre 2007

Estambul, ciudad de contrastes

Pezado de madrugón de los que no interesan recordar, porque el recorrido desde Esmirna hasta Estambul fue de órdago y eso que ambas ciudades están conectadas por autopista, que no tiene mucho que ver con las de España… Aquí nos cruzamos con cuatro en un tractor, vale que dos era niños, pero... Eso sí, el paisaje se empezaba a apreciar más mediterráneo en esa zona, y al menos el trayecto fue más agradable.

Hicimos una breve parada en la ciudad de Bursa, con visita de la Mezquita y el Mausoleo Verde y la Gran Mezquita Otomana. Estoy segura que en la zona mediterránea hay lugares que merece la pena visitar, pero con esta visita a lo japonés mi opinión no va a ser objetiva así es que me la reservo.

Ainnnsss, llegaba el momento de subir al ferry… Atónita me quedé cuando a través de la ventana del autobús vi que se incorporaba en “la cola de al lado” un tipo en un tractor rojo… Pues sí, en Madrid potenciando la bicicleta y allí lo que se lleva es el tractor. A lo mejor fue heredado o están a mejor precio en esa zona, me hubiera encantado preguntarle al conductor o al menos verle salir… ¿y aparcar!? o tal vez ¿Conducir por Estambul!?

El trayecto fue de aproximadamente una hora, muy agradable, con las gaviotas aleteando y una magnífica puesta de sol. No obstante, la llegada a Estambul a través del mar de Mármara me decepcionó porque me imaginaba que la entrada sería espectacular, y como era ya de noche y había niebla, no lució tanto.

Fue un acierto escoger un hotel mono y tan bien situado. Eso nos haría ganar tiempo a la mañana siguiente ya que “aparentemente” se podía ir andando a los lugares más emblemáticos. Al sitio era le faltaba altura (como a mí, jeje), con una vistas muy chulas de la mezquita de Solimán y del puente de Gálata; pero lo malo es que en la panorámica tomada desde el restaurante, que estaba en la azotea, también salían las tropecientas parabólicas del vecindario…

Estambul, con unos veinte millones de habitantes, es actualmente la ciudad más grande de Turquía y también destaca como potencial centro cultural, industrial y turístico. Se necesita tiempo para descubrir esta gran urbe a orillas del Bósforo y disfrutar de su diversidad cultural, y ni que decir tiene que en dos días fue imposible ver todo. No habrá muchas ciudades en que ofrezcan tantas cosas después de ver lo imprescindible que sería Santa Sofía, la Gran Mezquita Azul, la Mezquita de Solimán el Magnífico, el Palacio de Topkapi, el Gran Bazar y el de las Especies.

Empezamos la soleada jornada visitando el sitio que más pronto abría sus puertas: la Mezquita Azul, la más grande de la ciudad, que no tiene nada de azul por fuera pero su interior está magníficamente decorado por un océano de azulejos de ese color combinados con otros blancos, dicen que 20.000 azules nada menos. Me encantó, todo su interior es precioso y la alfombra muy cómoda y limpia. Allí nos encontramos a una familia con su niño vestido con una especie de uniforme con una capa y sombrero, que el pobre parecía que iba a un baile de disfraces... aunque él debía verse muy guapo porque sonreía mucho mientras le hacíamos fotos. Claro, que lo mismo podían pensar ellos al vernos con calcetines, pañuelo por la cabeza, pareo a modo de falda larga… Por lo que he investigado, parece que celebraban la fiesta de la Circuncisión.

Atravesando una concurrida plaza y una zona ajardinada llegamos a Santa Sofía, considerada como la obra más grande y sagrada de la época bizantina. El edificio está bastante deteriorado, aunque desde luego es impresionante su cúpula y esa sensación de amplitud que provoca.

Próxima a ambas está la Cisterna de Yebaratan, cuya función era abastecer al palacio y el resto de los edificios situados alrededor con el agua almacenada que procedía de los bosques de Belgrado y era transportada a través de acueductos.

Después de bajar un pequeño tramo de escaleras, nos encontramos con un espacio con muchas columnas (336 de 8 metros de altura), dispuestas en filas y que soportan un techo que forman varias cúpulas. Lo mejor es el ambiente, yo diría que entre romántico y misterioso, con la atmósfera tan húmeda, esa la luz tenue y la música de ópera que se escucha de fondo. A mí me encantó, aunque la foto no hace justicia al entorno.

Supongo que para integrarse en el país es imprescindible ir de compras al Gran Bazar.

Fundado en el siglo XV, fue el primer edificio construido en el mundo con ese espíritu únicamente comercial y funciona siempre con el código del regateo de manera que es lo que los comerciantes esperan del público.

Un lugar ideal para practicar la técnica y para perderse, cielos, que laberinto de calles… Como una ciudad, con más 4.000 tiendas distribuidas en más de 1.300 m2, con sus restaurantes, cafés y oficinas de cambio… Las tiendas más caras y las finas joyerías parece que se agrupan en el centro del edificio, en un precioso vestíbulo abovedado. El edificio merece la pena verlo, pero salimos un poco aturdidas de allí y bastante escaldadas…

Eso de que los turcos son gente muy cordial y hospitalaria, es bastante cierto aunque también hemos encontrado las excepciones que confirman la regla. En concreto, la encontramos en el Gran Bazar, aunque también conocimos a azafatas y algunos recepcionistas de hoteles en Capadocia que no desbordaban precisamente cordialidad.

Callejeamos camino del hotel y encontramos la continuación del bazar que parecía no tener fin… La calle estaba llenísima, con tramos por los que no se podía ni andar, y vendían de todo, ropa, vestidos de fiesta, complementos para bailar danza del vientre, menaje para la cocina, y hasta trajes de “príncipe” como el del niño, bueno y de “princesa” fabricados con tul. Tremendos.

Comimos en un baretillo con terracita cerca del hotel, el mismo sitio donde habíamos cenado la noche antes. Nos dio buen rollo y había una española que parecería vivir allí, y nos recomendó alguno de los platos del menú; además, nos invitaban al té de manzana.

Una vez cargadas fuerzas fuimos al Bazar de las Especies o Bazar Egipcio, a poner a prueba nuestro olfato. Aunque por su nombre pareciera que aquí solo pudiera comprar especies, no es así, ya que venden frutas y hortalizas, quesos, productos delicatesen, dulces turcos, perfumes y hasta productos viagra.


Compré algunas cositas y la verdad es que era bastante agradable pasear entre aromas, perfumes y comerciantes menos insistentes.


Caminando, llegamos al muelle de Eminönü y el ambiente era fabuloso. En el Puente de Gálata, multitud de siluetas de pescadores se perfilaban ante nuestros ojos, algunos con hasta 4 cañas. Supongo que la probabilidad de que piquen todos a la vez es ínfima, pero madre mía que estrés sólo de pensarlo. Barcos amarrados donde vendían y cocinaban el pescado en sus parrillas, y lo que se intuía como un buen ambiente bajo el puente.

Que Estambul es un paraíso para los que somos aficionados a la fotografía es innegable y cualquiera que me conozca sabrá que yo me puse las botas, aunque tengo que decir que me faltó mucho tiempo y si soy objetiva, no son mis mejores fotos. En cualquier esquina hay multitud de monumentos, personas, rincones ocultos, bazares multicolores, escenas curiosas… Sirva de ejemplo el vendedor de tiritas que estaba en una calle con un pedazo de caja digna de una guardería.

Sin embargo, existe un lugar especialmente recomendado por las guías desde donde se puede captar una de las más bonitas puestas de sol. Y allí fuimos, a la Torre Gálata.

Callejeando hasta llegar a la torre, entramos en una tienda con ropa y bisutería preciosa y muy original, y que tenía hasta barra de bar y un par de mesas. Una monada, a pesar de que estaba un poco patas arriba, porque la dueña era judía y celebraban una fiesta. Nos invitó a unos higos de su huerto y también a la fiesta que tenía lugar al día siguiente, ni cuerpo ni tiempo para fiestas... Otro comercio curioso que vimos fue una cristalería, o una tapadera de algo, porque había todos estos cristales amontonados y un cartelillo sobre la mesa con el número de teléfono de Ari. Si es que el que no es empresario es porque no quiere...

Desde la Torre de Gálata las vistas de la ciudad son una maravilla y las de las azoteas próximas muy graciosas como podéis ver en la foto. No me digáis que esa bañera no es un punto...

Personalmente, me sirvió para “razonar” la ciudad, sin necesidad de tener que pensar donde está el norte. Por fin parece que he encontrado la solución a mi problema de la orientación. Desde la terraza que bordea la torre se distinguía perfectamente la mezquita Azul, Santa Sofía, el palacio Topkapi, la parte asiática, el cuerno de Oro y el Bósforo, y parecía que la ciudad no terminaba nunca... Quedaba una hora para el atardecer así que nos quedamos allí, y aunque estaba a rebosar de gente mereció la pena porque fue precioso. La ciudad iluminada es también una maravilla.

Al regresar cruzando de nuevo el puente, el olor de las parrillas de los barcos amarrados nos reclamaba, y aunque era lo que nos apetecía, por circunstancias que no vienen al caso terminamos cenando en otro lugar próximo al hotel. No nos daba tiempo a ir al baño turco, así que le pedimos al recepcionista que llamara y nos reservara hora para el día siguiente con una masajista ya que en un baño mixto que nos había recomendado el guía. Una cosa es un masaje y otra que me enjabone un maromo que ni he visto en mi vida, ni veré.

Continuará…


15 septiembre 2007

Camino de Pamukkale

Atravesando la estepa de Anatolia, llegamos a Konya una ciudad que no tiene mucho de interesante desde mi punto de vista, es más, confieso que lo que más me gustó fue la salida…

Me resultaba muy gracioso contemplar el desfile de tropas de edificios de nueva construcción, con coloridas fachadas y elegantemente ataviados con infinidad de sombreros blancos… Esta multitud de antenas parabólicas, que me recordaba a la salida de Marrakech hacia Essaouira, compartía las azoteas con los depósitos de gas pintados en vistosos colores. El efecto llamaba la atención y era aún más insólito cuando se veían instaladas en casitas más humildes, o incluso cuatro parabólicas en una misma terraza.

Por si no podéis vivir con la intriga, la parada en Konya fue para ir al Mausoleo de Nevlana, que tiene cosas interesantes como son libros antiguos bien conservados y muy bonitos “de ver” y otras menos atrayentes, al menos para mí, como un pelo de Mahoma que parece ser que estaba dentro de aquel cofrecillo… aunque muchos fieles hacían cola para rezar ante él.

Después de esa parada, autobús hasta empacharnos. El paisaje árido y monótono, con campos y más campos espolvoreados con hileras de árboles tras los que se escondía algún pueblecillo. No esperaba encontrarme buenas carreteras, y así fue, pero si me sorprendió el hecho de ver un gran número de gasolineras, tantas como parabólicas... Esto es un punto importante a la hora de hacer el viaje por cuenta propia, pero no os dejéis engañarrrrr…. ¡Infinitamente mejor en avión!, claro que en este caso os perderéis escenas del tipo “cuatro en una moto.”

Llegamos por fin a Pamukkale (significa castillo de algodón), una ciudad balnearia romana y el lugar más simbólico de la región del Egeo. Poco nos dio tiempo a hacer ya que prácticamente despedimos a los últimos rayos de sol, aunque el baño en el balneario del hotel fue más que reconfortante. No puedo decir lo mismo del momento en que vimos un ejército de hormigas en el baño…


Al día siguiente atravesamos caminando, durante aproximadamente una hora, la calle principal de lo que fue la ciudad de Hiérapolis y continuamos por un paseo ajardinado bastante bien cuidado que conduce a la imagen que tenemos en nuestras retinas de Pammukale. Un magnífico espectáculo, casi cegador, que sorprende gratamente a los ojos de cualquiera. Yo diría que es casi un derroche de la naturaleza, que convierte la cal de las aguas termales en una sucesión de cascadas y piscinas naturales de color blanco.


Tenía muchas ganas de ver ese lugar, y verdaderamente me fascinó. Es tan, tan relajante que os recomendaría (además de ir en avión), dormir en el pueblecillo, madrugar y pasar allí el día completo, ocaso incluido… y después me lo contáis

A mí la idea me hubiera encantado porque el recinto es de lo más completo y allí se encuentra el templo de Apolo, el teatro romano, los antiguos baños reconvertidos en museo, un bar con amplia terraza y una piscinita muy apetecible, un balneario que me estaba llamando a gritos... Lo lamentable fue que apenas tuvimos tiempo de disfrutarlo porque nos esperaba otra jornada de autobusing hacía Éfeso. Esta es una foto que he rescatado de Internet de lo que debió ser en su día.


Hicimos también una breve parada en la casa de la Virgen María en el Monte de Panayir, y allí le dejé colgado del muro un pañuelo de papel de color lila con todos mis deseos… Llamadme cateta si queréis, pero ¿Y si se cumplen? Aunque con tantas peticiones que había, no sé cuando me tocará la vez...












Éfeso es un lugar muy interesante desde el punto de vista histórico y su conjunto artístico está estupendamente conservado. Tras un largo y sofocante paseo fuimos viendo la Puerta de Hércules, el Templo de Adriano, la Biblioteca de Celso y ya al final del recorrido un impresionante teatro romano desde donde contemplamos una admirable puesta de sol.


A orillas del mar Egeo nos esperaba Esmirna (Izmir), la tercera ciudad más grande del país, con su paseo marítimo y el ruido ensordecedor propio de toda metrópoli. En la actualidad es un próspero centro industrial con respecto a la seda así como antiguamente lo fue de las delicadas cerámicas que adornaban las mezquitas y palacios del país.

Ya queda menos para conocer Estambul…


08 septiembre 2007

Maravillas de Capadocia



















Nuestro primer encuentro con Capadocia tuvo lugar en el pueblo troglodita de Uçhisar, famoso por sus formaciones rocosas con viviendas e iglesias excavadas en la propia roca, donde el paso del tiempo y la erosión se han encargado de dibujar un paisaje casi mágico. Como somos muy cotillitas, pues entramos en una de ellas que tenía su terraza, un jardín cuidadísimo, su TV y todo. Una monada como podéis ver en la foto.

La tarde no dió para mucho más, y la verdad que después del madrugón, el viaje y el calor, caímos rendidas. La cena estupenda, eso sí.

Rescato estas líneas de mi cuaderno de viaje correspondientes al segundo día de viaje… "Apuesto que hay momentos de mi vida que permanecerán siempre en mi retina, e inevitablemente han vuelto a mi mente los recuerdos del viaje a Tailandia con Martín.

Fue sencillamente delicioso el madrugón que nos dimos para contemplar aquel amanecer en una playa de Phi Phi Don, y maravillosos también, los ratos de buceo... Repaso mental, que sigue suscitando en mí un apreciable efecto de relax y serenidad."


Estas mismas sensaciones son precisamente comparables a la impresión que me ha producido ver amanecer en Göreme y la emoción de la ascensión en globo, y a ese largo paseo.

Nos hemos levantado a las 4:30, pero será también un madrugón de los que recordaré como verdaderamente apetecibles. Cuando llegamos al campamento base, situado en las inmediaciones del pueblo de Göreme, la oscuridad estaba aún presente, aunque una preciosa luna llena nos anticipaba el perfil de las graciosas formas producto de la erosión. Mientras inflaban los globos aerostáticos, nosotr@s desayunábamos y tirábamos fotos sin parar. Empezaba a clarear y prácticamente había amanecido cuando nos subimos al globo, tarea no especialmente fácil, ya que la cesta tiene unos agujeritos a modo de escalones pero finalmente hay que saltar y es bastante alto. 

El piloto era un belga un tanto guasón, que ante mi preocupación por el posible vértigo ante lo que iba a ser mi primer viaje en globo, me aseguraba que para él también era su primera vez… Antes de despegar nos dio el curso rápido, e insistió en que debíamos respetar tres reglas importantes: no bajar del globo sin su permiso; colocarnos en la postura de aterrizaje en el momento que él nos diera la orden (consistía en agacharnos con las rodillas flexionadas y agarrarnos a unas asas que estaban en el interior de la cesta, y tod@s en sentido contrario a como él se encontraba; de la tercera no me acuerdo, pero suscitó tantas risas como la primera.


















Ver desde un globo aerostático, el pequeño pueblo de Göreme y las chimeneas de hadas que crecen por doquier, es un espectáculo fascinante. El paisaje que se contempla es asombroso, especialmente en esos segundos en que hemos visto aparecer el sol, así, de sopetón. Precioso. Y ver tantos globos de colores deambulado por el cielo es una imagen muy bonita para recordar. 
 
Ha sido sencillamente genial, y me hubiera quedado allí todo el día. Al aterrizar nos dieron una copa de champán y un diploma acreditativo, muy chulo, la verdad. Por supuesto, había un fotógrafo en la excursión. Nos llevaron a desayunar "apropiadamente" al hotel, y regresamos para ver la misma zona desde tierra firme. El Valle de Göreme es una atracción por si sólo. Su museo al aire libre es una mezcolanza entre lo que se le ha antojado a la naturaleza y un amasijo de arte, dado que hay unas 400 iglesias rupestres en forma de monolitos volcánicos que están decoradas con frescos del siglo X, en sorprendentemente buen estado de conservación. Lástima que unos siglos después, gente sin escrúpulos haya dejado también la huella de su paso en sus paredes... 

Estuvimos más tarde en la ciudad subterránea Özkonac, excavada por las comunidades cristianas para protegerse de los ataques de los árabes, que contaban con varios niveles habitables bajo tierra, cocinas comunales con sus despensas y todo, incluso un lagar para hacer vino, sistemas de desagüe y técnicas de ventilación, cementerios y mazmorras. Una verdadera obra de ingeniería que incluía hasta un sistema de defensa ante la posible llegada de enemigos.

Entre una y otra visita, obviamente, también hubo tiempo para pasar por fábricas de joyas y alfombras. En la joyería me enteré de la existencia de la Espuma de mar, atención fumadores, una piedra que absorbe la nicotina, con la que se fabrican las buenas pipas de fumar. Respecto a las alfombras, unas bonitas y otras de las que meten miedo a un susto, o al menos no son mi estilo, así que ni siquiera me hizo ilusión pisar la que costaba 8.000 euritos. Nos tomamos el té de manzana de rigor, rico, rico, rico, y a esperar que el resto del grupo se despegara de la pandilla de vendedores que arremetían si parar… Yo les dije que tenía asma y me fue bien. 

No obstante, he de decir que el sitio era curioso de ver, y la casa, con unos baños que ya los quisiera el aeropuerto…, con cajero automático, con un patio y un jardín impresionante, tanto como lo fue el inicio del discurso del dueño… “Yo, que estoy soltero, vivo sólo, no tengo niños pero tengo un perro, y una mujer que limpia mi casa una vez cada 10 días… En mi casa tengo varias alfombras desde hace años y bla, bla, bla”. Todo el mundo atónito, claro. Parece que lo que intentaba explicar era que tener perro o niños no estaba reñido con disfrutar de unas alfombras (de calidad), pero dicho así, especialmente las féminas no teníamos claro sus pretensiones…
















 
















Aprovechamos los últimos rayos de sol viendo los paisajes volcánicos de los valles de Avcilar y Güvercinlik, conocidos como “chimeneas de hadas”.

Un día largo y duro. El hotel aceptable y la cena más que buena. Y maravillosa Capadocia, tenéis que verlo, aunque yo personalmente, repetiría peeeero sin circuito organizado.

03 septiembre 2007

Impresiones de Turquía

Vaya por delante que ya sueño con volver, y es que me ha faltado tiempo para disfrutar a mi aire de los entornos visitados y llegar a ver otros sobre los que tan sólo he podido leer unas líneas en la guía.

Me hubiera encantado, por ejemplo, callejear por la parte asiática de Estambul y encontrar tiendas con productos originales, deambular por zonas no tan turísticas en Capadocia, pasar un día completo en Pamukkale, tener tiempo para probar mucha más variedad de comida turca, o experimentar los efectos de un baño turco. Y estirar aún más los minutos para disparar esas fotos curiosas que tanto me gustan, las que surgen observando a los lugareños...

Efectivamente, me he dejado mucho por ver y por comprar, o al menos con esa impresión he regresado, pero el Gran Bazar me aturdió sobre manera… Eso sí, para practicar “la cultura” del regateo tal vez me ayudaría saber algo de deportes para continuar la conversación con los turcos, y no sólo de fútbol, que Alonso también tiene seguidores por allí; y para conocer más del país, mejor pensar en coger vuelos internos, que se gana tiempo y salud. Salvo que los europeos les ayudemos a mejorar su Red de Transporte, claro.

Estambul justifica sobradamente el viaje a Turquía, pero el país es bastante más que esta ciudad de contrastes. Trataré de condensar mis anécdotas e imágenes y contar en días próximos lo que me ha parecido más interesante, cosas tales como el amanecer en Capadocia y un apasionante viaje en globo sobre el Valle de Göreme, el asombroso y relajante espectáculo que supone pasear por “El Castillo de Algodón” en Pamukkale, la riqueza cultural de Estambul…

26 agosto 2007

Mis vacaciones ¡Empiezan ya!


Ya tengo lista la
maleta.

Obviamente, una semi-llena y otra vacía, que seguro que hay mucho que comprar, jejeje.



Mis merecidas vacaciones han empezado y ese anhelado viaje está a puntito de comenzar. Verdaderamente, me apetece un montón conocer Turquía y más aún, desconectar de Madrid.


Me he quedado especialmente sorprendida al ver que el contador de visitas (uno de prueba, que por fin he conseguido instalar), "ha contabilizado" un visitante de Estambul que ha estado paseando por este blog... A lo mejor es un futbolista, que me suena que hay algún español por allí, bueno, o simplemente que entienda español, claro. Se trata también de otr@ paseante silencios@ de los que no dejan comentarios, bueno, ni siquiera me ha enviado un mailecillo, snif, snif.



Hasta pronto amig@s. Por aquí estaré...


07 agosto 2007

Pensando ya en Turquía


Pues como no puedo dormir..... El programa de fiestas está equivocado: no se trata de una orquesta: ¡¡¡ES UN DISCO!!! Tiene que serlo porque tanto repetir canciones no se explica, y debe llevar las pilas del conejito ese... brurrggg

Me he puesto a soñar despierta con mis vacaciones. Y es que se aproxima el viaje tan anhelado ... y un deseo por fin cumplido. ¡Qué ganas!


Me apetece mucho conocer Turquía, porque era un temita pendiente desde hace años con mi amiga Miriam y también porque necesito unas vacaciones en algún lugar impactante. Y es un país ideal para desconectar, como a mí me gustan, de contraste. Espero que no nos decepcione...

Según lo planeado, contemplaremos el paisaje de Capadocia, tal vez ¿en globo!!!?, caminaremos por los castillos de algodón en Pamukale, haremos compras y más compras, nos divertiremos un montón, conoceremos gente, volveremos con un buen reportaje gráfico... y nos perderemos por Estambul...

Esto último, obviamente no es un propósito; pero ocurrirá seguro, porque nosotras somos así de "hábiles" para entender los mapas y descifrar donde está el norte...
, algo que jamás llegaré a dominar, y mira que me lo han explicado veces, incluso auténticos genios andantes con GPS incorporado... La verdad es que a mí, saber donde está el norte nunca me ha ayudado a orientarme, es más, me ha confundido una barbaridad. Pero para algunas personas, generalmente hombres, es un asunto de vital importancia... Bueno, he conocido "casos" que se levantan, salen a la calle ¡y ya lo saben!, así, sin pensarlo siquiera. ¡Qué fuerte! Tiene que ser un don, de otra forma no se explica.

Ya os contaré nuestras peripecias... dentro de unas semanitas...