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20 abril 2009

Curso de mahout

Luang Prabang es una ciudad encantadora para pasar unos días, eso ya lo he contado aquí, y también muy válida como campamento base para hacer actividades por la zona y excursiones de día completo. En ese sentido, llevábamos ya la idea de hacer un curso de mahout, que es la persona que se ocupa de los elefantes, y que traducen como conductor de estos animalitos. Así que allí estuvimos dos días para sacar lo que se traduciría como el carnet de conductor de elefantes!!
Llegamos al lodge, dejamos el equipaje y acto seguido nos llevaron en barquita al campo de elefantes propiamente dicho. Todos los elefantes que había allí eran hembras así que no me sentí tan impresionada como cuando viví mi primera experiencia en las proximidades de Chiang Mai, en Tailandia, con aquel elefante macho, talla XXL…

Así es que la primera toma de contacto con el animalito fue un paseo, sentándonos de dos en dos en un banquito que está, más o menos, atado al lomo del elefante. Hasta este momento, bien. Por otro lado, todo tiene su precio: por sentarte en la cabeza del elefante te cobran 40.000 kips, y por darle unos plátanos 1.500 kips; si os hace ilu darles de comer, compradlos, pero lo de viajar en su cabezota lo podrás hacer al día siguiente, gratis, quiero decir.
Después nos llevaron a comer al lodge y acto seguido tuvimos el momento- relajación que marca la Ley en Laos o algo así… Volvimos al campo para llevar a los elefantes a comer y dormir, porque parece ser que duermen en otra zona diferente que no llegas a ver jamás, ya que llegado a un punto uno se baja y continua el mahout a lomos del elefante "hasta la cama". Este paseíto digamos que era ya de un nivel dos, cada persona en un elefante con el mahout, pero a pelo, sin silla; es cierto que si tratas de ayudarte con las rodillas apoyadas detrás de las superorejas del elefante consigues milagrosamente mantener el equilibrio; pero mi problema fue que me tocó una elefanta con cataratas!!!, esto sí que es toda una experiencia!!!. A mí es que siempre me toca la gracia en este tipo de cosas, que ahora me río pero en aquel momento no me hizo ni gota!!
La pobre elefanta se iba dando cada golpe contra los árboles que me hacía temblar, y llegado un punto vi que se iba por otro sendero…, total que fuimos un ratito las dos solas…, junto con el mahout, que me entendió perfectamente que no deseaba que se bajara del animal ni de broma… Lo que me faltaba, yo sola con una cegata, como para equivocarme de orden y enviarla directamente al precipicio… Y es que aunque te enseñan las órdenes que les tienes que dar, que consisten en 4 palabras simples: derecha, izquierda, párate y todo recto, la dificultad es que tienes que recordarlas y además acertar, claro… y cuando está una allí subida en un animal tan alto, pues te haces un lío increíble, bueno, lo idiomas los he aprendido con bastante esfuerzo… Tengo que decir, que esta sesión fue un poco más sufrida pero en todo caso divertida porque no me rompí hueso alguno, obviamente...


Mahout esperando a que "la elefanta salga del toillet"


Continuamos con el plan y por la tarde, de nuevo en barquita nos llevaron a ver la catarata Iat Sae, que tiene un entorno bonito, una frondosa vegetación y un agua muy aturquesada, tremendamente apetecible a la vista; pero fría de narices. Muchas familias lugareñas van a pasar allí el día, los padres y las madres jugando a las cartas, acompañados de su beer lao y mientras tanto, las abuelas cuidando a los chiquillos junto al agua. Hay cosas que permanecen en todas las culturas, no!?

Esa misma mañana nada más ver el “desparpajo” con el que caminaba nuestro guía, ya intuí que nos había tocado un guía perezoso. Cierto es que en este país la gente no destaca precisamente por su energía y actividad, ya me lo dijo el tipo en la aduana: “relax and take it eassy, this is Laos”, pero lo de este chico llamaba la atención. Enseguida nos comentó que mejor regresábamos al lodge, a relajarnos antes de la cena que pretendía que fuera a las cinco y media… Hombre, teniendo en cuenta que habíamos salido de la ciudad casi a las 10, con retraso, y que ya llevábamos una sesión de relajación, y sólo eran las cuatro, pues tanta relajación ya aburría un poco… Pero allí nos vimos, leyendo un rato en la terraza y bueno, al menos conseguimos demorar la hora de la cena…
A propósito de la cena, el tipo de comida no me resultó tan espectacular como pensaba, ni siquiera aquello que se parecía a las patatas fritas y resultó ser algas “del río” fritas con aceite de sésamo… sólo de recordar el color de las aguas del río, casi me da algo… menos mal que siempre llevo unas barritas energéticas!! Supuestamente la cocina laosiana se parece a la tailandesa, y tiene influencia de la china y de la vietnamita, pero no he disfrutado tanto de la comida como lo hice en Tailandia o Vietnam.

Lo que si hicimos fue reírnos junto con los otros dos huéspedes, la pareja de alemanes de la habitación de al lado, que prácticamente era una habitación para 4 porque estaba separada por un biombo como quien dice...Sorprendentemente, para darnos de cenar los dueños del logde se espabilaron de lo lindo y curiosamente, fue preguntarnos si queríamos algo más del bar, decirles que no, y anda!! Que se fue la luz, oye!!! Total, que tuvimos una sobremesa a la luz de velas y linternas, con anécdotas de viajes, cambios de impresiones del país y muchas risas, por no llorar, vamos, porque cuando nos paramos a pensar que habíamos pagado por estar en un sitio pasando casi hambre y a la luz de las velas…
Al día siguiente madrugamos un montón porque debíamos llegar hasta el punto donde dejamos a los elefantes la tarde antes, y teníamos que conducirles hasta el río y bañarles.
El momento baño, genial, muy divertido, pero como tienen esa talla de cabeza y esas orejas tan grandes, no te da tiempo a todo, bueno, a mí me faltó lavarle una oreja más a fondo. Te prestan un cepillo con unas púas superduras para que les rasques, el tipo insite que sin miedo, que les gusta, pero no sabes muy bien que hacer, yo pensaba, a ver si se mosquea y se pone de pie y me manda al carajo o me pega un trompazo… Te pones perdida, eso sí, porque hay que echarle agua para quitarle el jabón, que eso de que se duchan con la trompa debe ser en las pelis de tarzán, yo no he conseguido verlo aún. Pues sí,  a lo mejor lo estás pensando, es una turistada porque dura cinco minutos, lo justo mientras los guías te hacen las fotos, los guías que son guías, no fotógrafos..., que luego hay que ver las fotos… el que si sale es el elefante, o al menos parte pero las personas, pues a trozos… El caso es que yo me lo pasé de coña, y en las vacaciones y en la vida en general, ante todo hay trato de divertirme. No obstante, mi recomendación es hacer el curso en un sólo día porque haces lo mismo excepto un par de siestas y dormir con mogollón de ruidos y sin mucho más que hacer porque estás en tensión todo el rato.


Después del baño, te dejan tiempo para una ducha y desayunar, y luego hay la opción de hacer kayac o un trekking, que fue la nuestra. Parajes muy bonitos, y lo mejor fue la visita a la aldea llamada Ban Houy Fai, donde viven 72 familias de religión animista cuyos pilares más importantes son que respetan mucho la montaña y el medioambiente, y no tienen templos. Les encantan las fotos, por cierto. En este pueblo visitamos también su escuela y charlamos con el maestro; de haber sabido que íbamos a ver niños en el cole hubiéramos llevado los libros que habíamos comprado días antes. Esos niños estaban en primaria, y tenían edades hasta 8/10 años, y como todos los que vimos, con sencillos, pulcros y perfectamente planchados uniformes, un blanco alucinante. Después de esa edad, pasaban a la escuela secundaría, que estaba en otro pueblo más grande y alejado, con lo cual tenían que caminar más de media hora hasta el río, y allí coger una barquita durante más de un hora… increíble…




Nuestro guía desde el principio se había propuesto no subir a la colina, ya he dicho que era perezosillo el chico, y después de varias excusas nos contó que era peligroso porque había un enjambre de abejas en lo alto de la colina… Menuda excusa! Y no contento con eso, se empeñó en que teníamos que comer y descansar, y allí se tumbó en el campo en una especie de caseta con un tejadillo de paja, roncando a pierna suelta…, algún otro grupo que pasó por allí se quedaron perplejos al ver al tipo durmiendo y roncando plácidamente…




Aprovechamos la estancia en Luang Prabang para alquilar bicis y acercarnos a visitar una aldea próxima, Ban Xieng Lek, famosa porque es donde se fabrican tejidos y el papel que consiguen con estiércol de elefante. Nos fuimos, dejando a la señora de la casa bastante preocupada con nuestro viaje…, creo que hubiera preferido que fuéramos en tuc tuc!!! El viaje bien, salvo porque mi bici tenía el manillar un poco desviado, y hombre, dicen que preguntando se llega a Roma… después de alguna confusión que otra, conseguimos llegar. Jornada divertida y el pueblo muy mono, aunque pasar por este puente daba cosilla...






No voy a alargar más este post, tan solo recomendaros que contempléis Laos en vuestra lista de posibles viajes, porque es muy auténtico y se podría decir que no tan turístico como otros de la zona, que no por ello dejan de ser interesantes, claro está. La humanidad, felicidad, ternura… que nos transmiten sus gentes puede que tenga que ver con la filosofía de vida que llevan, ya que el budismo no es una religión que les oprima en absoluto, tan solo requiere que sean mejores personas cada día. Yo he aprendido mucho de ellos, y si te interesa Laos, eso sí, no vayas con prisa, te recomiendo que te pases por asiasido, un extraordinario blog de viajes cuyos autores expresan de una forma magnífica la situación política que ha vivido este país.

01 febrero 2009

Días en Luang Prabang

A veces ocurre que después de leer o escuchar comentarios de otra gente uno se crea expectativas demasiado grandes respecto a un país, una ciudad o una persona. Y podía haberme decepcionado, pero lo cierto es que me ha encantado conocer en Luang Prabang, un nombre que suena algo así como Luáng Prabáng.

Situada al norte del país, dejó de ser la capital del país en beneficio de Vientiane en 1.975, pero ha continuado siendo el centro religioso y espiritual del país, y es un lugar en el que el tiempo transcurre a un ritmo lento, ritmo que te contagia e incita a sentarte a contemplar el paso de la gente y relajarte acompañada de un buen café o una beerlao. Es una ciudad encantadora, como digo, con gente de lo más afable que me he encontrado y sin duda, un destino ideal para cultivar la paciencia porque allí hay que olvidarse de las prisas, bueno en todo el país es mejor adoptar esa filosofía de vida...

Parece ser que hay un dicho popular en Asia que dice así: "Los camboyanos plantan el arroz, los vietnamitas lo cosechan, y los laosianos simplemente lo escuchan crecer". He conocido a bastantes vietnamitas y a algunos camboyanos, pero después de este viaje, me parece que algo de razón si que tiene ya que los lugareños tienen más pinta de apetecerles escuchar crecer el arroz desde un sofá que de plantar o cosechar, y lo digo sin ánimo de ofender.

Una de las cosas que aconsejan es no perderse la gran cantidad de monjes que salen cada mañana y colorean las calles, al amanecer y en silencio. Y es que los monjes budistas, o la mayoría después de conocer a los compañeros de viaje..., no tienen posesiones y se alimentan de la comida que la gente les dona cada día en estas ofrendas, y que para ganar méritos y conseguir el nirvana depositan en los cuencos de los monjes; casi todos echaban arroz pegajoso y también algunas frutas.

La ceremonia se llama Binthabat y es un rito curioso de ver, aunque requiera madrugar… La cara negativa de todo esto la ponían muchos turistas que se agolpaban con sus cuerpos y sus cámaras a tan sólo un metro de la fila de monjes para conseguir así su mejor instantánea, mientras los pobres monjes trataban de esconder sus rostros y apuraban el paso avergonzados. Un espectáculo bochornoso.


Un ejemplo de lo que considero que no se debe hacer



Nos habíamos levantado a las cinco para llegar a ver los preparativos y la salida de los monjes, sobre las 5:30, pero no nos costó mucho esfuerzo gracias a la inestimable ayuda de los gallos vecinos, que son unos impacientes y cantan a todas horas y no al amanecer como nos han contado en el cole... Además, la cocina de la Sra. Vandara, la casa donde nos alojábamos, ya llevaba funcionando una hora, porque son las mujeres las que tienen que cocinar el arroz para donarlo recién hecho, claro.

Aprovecho para comentar que en Vanvisa nos hemos sentido muy bien. No se trata de un alojamiento especialmente barato y no está en la zona de más ambiente, eso es cierto; pero está bien situada, cerca de la calle principal y del mercado nocturno, y ella es encantadora. Es una mujer muy culta, que habla perfectamente inglés y francés y siempre que le preguntas te facilita un montón de información, es casi como una abuelita.

Un dato importante que nos dio fue el de una farmacia donde la dueña (Nang Tui) habla inglés y francés y además está estudiando medicina, vamos, que algo sabrá... y debido a un momento de tensión que tuvimos y dado que allí los hospitales cierran en domingo, sí, como lo estáis leyendo... pues allí que fuimos, está en la calle Th Sakkaring, desde Sisavangvong, a mano derecha y frente a un colegio...

Ya que estábamos en danza desde bien temprano, íbamos a aprovechar el día para desayunar tranquilamente, (nuestros deseos fueron órdenes), y ver algunos de los muchos templos y pagodas salpican la ciudad, bueno y callejear en general. Tuvimos que esperar a que abrieran las cafeterías, porque allí se toman su tiempo y no nos dejaron sentarnos hasta que no fuera la hora exacta, y lo mismo sucedía media hora antes de cerrar, vamos que no te podías sentar, que cosas. En este punto, tengo que decir que jamás conseguimos desayunar con todo en la mesa, llevaban cada cosa cuando les parecía mejor momento, no sé si consultaban el oráculo o cual era el método: un café, un plato de fruta, una baguette, otro café, un zumo, a veces incluso dejaban algo en la mesa de al lado, en la que se terminaban de sentar unos clientes... Y así cada mañana… Tronchante.

Casi todas las calles principales discurren paralelas al río, y las que las atraviesan van directas al río, por lo tanto es bastante fácil orientarse en Luang Prabang. Empezamos la visita haciendo el recorrido sugerido por la guía, y estuvimos en The big brother mouse, una librería de un editor americano donde puedes comprar cuentos y libros infantiles en beneficio de los niños de las aldeas del país, y como no sabíamos seguro si veríamos algún poblado, dejamos allí todos los cuentos para que los entregaran en unos colegios... Días después nos arrepentimos.


Edificio en construcción...

Una de las dos calles principales

Allí los paraguas se utilizan en días de lluvia y sol, en moto, en bicicleta...

Alguno de los templitos de la ciudad

Tres en una moto era más normal, cuatro no tanto

Aprovechamos esos días en Luang Prabang para hacer un curso de cocina con la Sra. Vandara, en la tarde que ella tenía libre, porque tiene una agenda de lo más completa!! Hay algunos sitios más en la ciudad que ofrecen este tipo de cursos, pero tienes que dedicar más tiempo porque sus horarios son más amplios.

Preparativos para la clase de cocina con la Sra. Vandara

La clase fue en la cocina de la casa, divertida excepto en esos momentos en que el gato aparecía por allí, cosa nada agradable, sobre todo porque había que ver al gato..., pero bueno, como iba vacunada de todo, tan sólo me cambiaba de sitio cuando el felino se acercaba demasiado a mi persona...

Y he aquí el resultado, aunque confieso que me gustó menos de lo esperado, no sé si fue culpa del gato... En general, la cocina laosiana no me maravilló y me sigo quedando con la tailandesa y vietnamita, en lo que respecta a Asia.


No obstante, lo recomiendo. Lo mejor del curso fue la tertulia con la Sra Vandara, que nos contó curiosidades del país, por ejemplo, que hay 15.000 variedades de arroz, y las mujeres cocinan unas 3 o 4 horas para preparar la cena de la familia, y cuando son fiestas se levantan a las 3 de la mañana o empiezan el día antes... Ella decía que al mediodía comía algo rápido, que no le llevara mas de "una hora" cocinarlo porque tenía que volver al trabajo, una tienda de antigüedades. Pero no me extraña que les lleve tanto tiempo, porque sólo el hecho de trocear las innumerables hierbitas que usan, tela, y además, cada vez que añaden un ingrediente al supermortero ese, hay que machacar. Vamos, que tres horas estuvimos en la cocina, con ella y dos pinches que tenía para preparar esas tres cositas de ná.

Luang Prabang tiene un maravilloso mercadillo nocturno, no demasiada luz tenue y un ambiente relajado, como no, y es una delicia pasear ante los puestos de cositas artesanales de las etnias de las montañas, telas, sombrillitas, pañuelos, bolsos, lámparas, también venden té y café… Tienen cosas muy originales, ante las que no me pude resistir claro está, y tengo que decir que en ese mercado me encontré con una vendedora que me impresionó no solo por su juventud (unos doce años), sino por su talento para las ventas. Impresionante, y lo dice una que ha visto a bastantes vendedores en su vidita.


Estampas en el mercado nocturno, Luang Prabang


Por la noche, se puede aprovechar para ir a cualquiera de los muchos lugares que te ofrecen masajitos que nos ayudan a ser persona al día siguiente, yo probé en el Phousi y fenomenal, repetí y todo. Además, la noche te brinda la posibilidad de cenar en uno de los puestos ambulantes de comida que hay en la calle, o bien en el mercado nocturno en el que probé un pescado a la brasa y salsas y verduras que te ponen en bolsitas de plástico y estaba de miedo, además, sigo viva… Pero esta ciudad que se despierta tan pronto, es lógico que se acueste también pronto, a las diez todo prácticamente cerrado, claro, como se levantan tan pronto a cocinar el arroz…

Se pueden hacer muchas cosas en los alrededores de la ciudad, pero esas de las que yo fui partícipe las contaré en otro post: cataratas de Kuang Si, la visita en bicicleta a un pueblo próximo y los dos días en el campo de elefantes...

22 enero 2009

Por las aguas del Mekong

Por fin tengo tiempo para poner orden en mi cuaderno de viaje y empezar a relatar el viaje del pasado noviembre, que veo que se me junta con el próximo...


Después de un magnífico día en Chiang Mai, viajamos en mini-van desde allí hasta Chiang Khong, un trayecto nocturno de unas seis horas, que puede ser más breve de día y, sobre todo, más aconsejable desde mi punto de vista ya que un poco si que sufrimos porque la velocidad no era desde luego la más apropiada… Llegamos al bungalow sobre las tres de la mañana, y entre los animalitos del bosque, la lluvia incesante y los madrugones que se pegan los gallos en Asia, la verdad que nos levantamos sin haber dormido apenas. A lo mejor estoy en un error, pero yo pensaba que los gallos cantan al amanecer, no sincronizadamente, pero más o menos a la vez; pero parece ser que en Tailandia, y por lo que pudimos escuchar en Laos, también ocurre que los gallos conversan sin parar, o igual es que se van turnando para quedarse dormidos cuando amanezca... Insoportable, de verdad.

Después de desayunar ante unas vistas muy chulas de la otra orilla del Mekong y un primer plano de sus amarronadas aguas, te llevan en 4x4 para hacer los trámites en la frontera tailandesa y más tarde, cruzar el río en una barca hasta Huay Xai. En este punto, al bajarse del 4x4 me refiero, es importante que uno se asegure de que el tipo nos de una identificación (además de un papelito escrito en tailandés), para que el barquero sepa que has pagado, o no te dejará subir ni aunque llores… Lo normal suele ser una pegatina, pero no sé que “compañía” era la nuestra que después de regresar al lugar donde nos había dejado el 4x4, nos pintorrejearon la mano de rotulador azul… Hombre, a mí, cuando mi sobrino me hace un "tatoo" que llama él, pues me hace gracia, pero con aquello flipé un poco, aunque gracias a esa guarrada nos aceptaron en la barca y logramos cruzar el río. Todos estos “trámites” los hicimos paseando por un maravilloso barrizal y bajo un diluvio de órdago, con lo cual a mis botas nuevas ya empecé a llamarlas simplemente botas.

Los trámites de salida de Tailandia hacía el llamado Laos (Lao, República Democrática Popular Lao), son bastante lentos ya que hay un gran tapón de humanos por allí, muchos turistas y también lugareños que viajan al vecino Lao, y una única ventanilla para entregar los documentos...


A continuación, una foto que refleja la llegada al paso fronterizo de Laos. El toldito azul es la parada de los que van en barco rápido y la gran terraza donde se agolpa la multitud que va en barco lento; cuando toda la gente ha pagado el visado y recuperado el pasaporte, te llevan en tuc tuc a otro sitio, casualmente junto a una tienda de alimentación... hasta la hora de salida del barco, hora que ningún humano sabe confirmar.


Los trámites a este lado son igual de rápidos, cosa que ya intuía, teniendo en cuenta el carácter tranquiiiiilo de los laosianos porque está claro que el estrés no ha conseguido atravesar sus fronteras, yo creo que se ha quedado en esa ventanilla. No sé si habrá sido mala suerte o casualidad el hecho de que mis postales hayan tardado dos meses y medio en llegar…

En este punto ya di uso a casi todos los monederos que llevé conmigo, bueno, y de entrada, un subidón de la leche porque entregas cien euritos y el tipo te da un millón y pico de fulanitos (Kips), vamos que te sientes tan millonario como Roldán!! Eso sí, un lío con la moneda del copón ya que algunos billetes tienen un color diferente según del lado que lo mires, vamos que te lleva un rato la operación de pagar, pero son muy chulos.

Existen dos opciones para realizar la travesía desde Huay Xai a Luang Prabang. El speedboat tarda unas seis horas en hacer el trayecto hasta Luang Prabang, parece que te dan un kit de casco y salvavidas, con lo cual ya se puede uno hacer una idea de lo que puede llegar a acontecer…

Nuestra opción era el barco lento, una barcaza que realiza el viaje en dos etapas de unas 7 y 6 horas cada una, parando a hacer noche en un pueblo llamado Pak Beng. Estos barcos salen aproximadamente a las once de la mañana, y lo de aproximadamente es un término habitual en ese país, y es que porque hora fija no hay, más bien creo que es cuando el capitán se para un momentito a pensar que la barca con una persona más y su equipaje igual se hunde... De hecho, salimos a las 12 y pico porque todavía cabía mucha gente, claro, que para algo están las sillitas de plástico que van colocando en el pasillo central...

En la barcaza calculo que viajábamos más de 100 personas, la mayoría turistas y algunos lugareños, destacando cuatros monjes, que englobaré en el grupo de turistas. Los monjes turistas, así les llamábamos, era un pandy de cuatro afables monjes ataviados con túnicas anaranjadas de muy buena calidad, se notaba nada más ver la caída de la tela, que parecían divertirse mucho durante el trayecto. Al principio nos quedamos con las ganas de tirar unas fotos por aquello de que daba cosa, hasta qué, al igual que el resto de turistas, nos percatamos que ellos nos hacían fotos a nosotros sin reparo alguno, con sus pedazos de cámaras de fotos, otra de vídeo y un maletín que “parecía” contener un portátil; yo me estaba imaginando la escena de descarga de fotos, pero eso no ocurrió.




Al final de las siete horas en esos estrechos y duros banquitos, a pesar de los cojines que compramos en la frontera, todavía desde la barca pudimos contemplar un precioso atardecer.


Puesta de sol en el río Mekong


Cuando llegamos a
Pak Beng era ya de noche, fuera y... dentro del barco, pues también, vamos, que no había luz. Es muy recomendable llevar linternita a estos viajes de semiaventura, algo que resultó muy útil a la hora de localizar las mochilas entre las cientos que hay en la parte de atrás del barco, y dicho sea de paso, no es necesario que la coloques perfectamente e intentes recordar donde la dejas, porque la gente del barco luego te la pone donde le parece...

Al desembarcar, montones de chavalillos te ofrecen habitaciones en alquiler, las que vimos muy caras para lo cutres que eran y se podría decir que la elección se basó en la más limpia y la que aparentemente tenia menos bichos, aunque la conclusión fue que debía tener peor luz...
200 Baths (admiten moneda thai) pagamos por habitación con baño, compartida con hormiguitas y además, con derecho a usar toallas de hace 20 años, exfoliantes se podría decir.

Sin embargo, cenamos en un sitio fabuloso, que no tiene nombre!?, pero es de bambú, tiene una escaleritas, y está al lado de otro restaurante que está frente a Vandana Guest House. Después de degustar sabrosos platos de la cocina de la zona
como lard y el típico arroz pegajoso ante una buena beer-lao, de 650ml la grande..., supongo que muy bien cocinados a razón del tiempo que tardaron en servirnos... Y genial la recomendación de unos compañeros de barco porque los rollitos de primavera estaban deliciosos, tanto que volvimos al día siguiente para comprar más, esta vez take away que se se encargó el chavalito que era el dueño de comentárnoslo la noche antes, así que volvimos a desayunar al mismo sitio. Eso es Márketing y lo demás tonterías, aunque sea el restaurante sin nombre.

El pueblo es básicamente una calle con construcciones en general humildes y otras no tanto, y muchas, pero muchas parabólicas, enormes. Ven muchos programas de tele, concursos y series, bueno y por supuesto fútbol, que mueve pasiones, comprensible, que otra cosa pueden hacer...



Calle principal de Pak Beng

El puerto deportivo de Pak Beng, a punto de embarcar :-))


Al día siguiente, el barco no salió sobre las 9, eran las diez y pico, pero no pasa nada porque estás en Laos y te tienes que adaptar. Resultó que un motero que aparentaba 60 y pico años, llegó a ultima hora de la supuesta hora de salida con su mochila y su moto..., y claro, subir a bordo una moto, pues lleva su tiempo porque pesa, supongo que no tendrán mucha práctica, hay que atarla con cuerdas y tal. Yo estaba dormida y me lo perdí, pero me contaron que hubo momentos de tensión...

Es un barco lento porque va haciendo paradas en los poblados, donde ves a sus gentes trabajando, en su mayoría niños que se acercan con vistosas telas o suben al barco para vender bebidas y bolsas de patatas. Otras veces se divierten chapoteando en el agua, y siempre, siempre, nos saludaban encantados. Y luego están otras situaciones que sucedieron y que te hacían reír, por ejemplo, la típica mujer laosiana con su madre ya mayor, su bolsito de fin de semana y una bolsa de naranjas que llegaron a toda máquina en un barquito con motor, y gritando para que el que llevaba la barcaza se percatara..., y claro, no te queda otra que ayudar a subir si coincide que estás sentado en el banquito-puerta, justo allí, allí es donde se le ocurrió para al tipo que llevaba el timón del barquito..., y ellas partiéndose de risa, no os creáis. Otros llegaban con sacos que descargaban unos pueblos más tarde descargaban, sería la compra... También había una pandillita de 3 o 4 chicas que bebieron demasiada cerveza y estaban con un pedo tremendo. Pero los monjes turistas eran lo más, una lástima que estaban bastante alejados y no pudimos conversar.

El viaje es muy agradable en sí, pero creo que dos días son suficientes.
Las vistas fueron realmente bonitas a lo largo de todo el trayecto si bien es cierto que el paisaje es un poco monótono, verde y más verde a una orilla y a otra, y ese agua tan fangosa, amarronada y sucia, alguna barca que sorprende de vez en cuando en sentido contrario cuyos ocupantes nos saludaban sin cesar. He aquí algunas imágenes del trayecto en general.










Aún con luz, llegamos a Luang Prabang una deliciosa ciudad que se merece otro post...