21 noviembre 2007

Bahía de Ha Long

Nos habíamos despertado con lluvia, qué contrariedad, porque eso iba a deslucir un montón los días, y las fotos, en la bahía de Ha Long y para una vez en mi vida que iba a estar en el lugar más emblemático de Vietnam, tener que ver ese espectáculo de la naturaleza salpicado de tantas gotas no era lo que más me apetecía, la verdad.

Durante el trayecto a Ha Long no llovía, diluviaba. Ya me estaba arrepintiendo de no haber llevado más ropa y las botas, porque estaba claro que las lluvias dispersas que había visto en Internet habían decidido concentrarse en esa zona… Unas tres horas dentro de aquel abarrotado minibús, con un paisaje muy verde, casas muy humildes y otras no tanto, incluso verdaderas mansiones, campos de arroz y ganado, y de repente una tumba o un montón de ellas. Nos contaron que las construyen junto a los campos porque así los que fallecen custodian las cosechas.

El pueblo de Ha Long es bien feo, y los barcos están apiñados en su pequeño puerto. A priori una piensa, vaya turistadaaa…, y no quiero decir con esto que no sea un lugar turístico, pero maravilloso y grábatelo con fuego, hay que verlo.

Navegar entre 3.000 islotes que te acosan y relajan a la vez, impresiona y es absolutamente recomendable si viajas al país. Al final del relato contaré la mejor manera de hacerlo, teniendo en cuenta nuestros errores…

Una curiosidad: Ha Long significa “El dragón que descendió al mar”. Cuenta una leyenda, que el emperador de Jade pidió ayuda nada menos que a un dragón con el fin de evitar una invasión enemiga vía mar. El dragón se lanzó al agua, y al caer, agitó tan fuerte su cola, que golpeó la tierra ocasionando los impresionantes valles y grietas que posteriormente se encargaría de cubrir el mar. Dicen que el dragón aún vive en el fondo de la bahía, pero no puedo corroborarlo, lo siento.

Respecto a las excursiones organizadas, decir que los precios varían bastante dependiendo del barco y fundamentalmente de la calidad de la comida, porque parece que grandes y pequeños nos vamos encontrando en los mismos sitios. Contratamos el viaje de tres días y dos noches (la primera en un barco de junco y la segunda en un hotel de 3 estrellas en la isla de Cat Ba), con la empresa mayorista APTravel, que a pesar de las fotos vistas y haber escuchado que era de las mejores, no la recomiendo ni a mis enemigos: mala organización, pésima comida y un guía con menos sangre que una silla, y lo que es peor, todavía tengo mis dudas de si nos colocaron en el barco de la categoría que habíamos pagado (75 $). Había una de lujo por 120$ y otra inferior por 50$.




Embarcamos, y enseguida nos dieron de comer mientras nos adentrábamos en la bahía.
Compartimos mesa con una pareja de españoles, Elena y Romà, y en el grupo además, había un chico británico y muchos australianos, uno de ellos casado con una mujer coreana, que se quedó con el mote de “la intrépida”. Qué energía. La comida fue estupenda, con marisquito, bueno, lo que esperábamos.

Después atracamos en una isla porque teníamos un trekking, de menos de una estrella todo hay que decirlo, que empezaba con unas escaleras y continuaba con una subida empinada, para terminar con un espectáculo fascinante. Tuvimos la oportunidad de bañarnos, pero aunque la temperatura del agua era agradable, la exterior era fresca, fresca, y tan sólo hubo una mujer valiente que se baño con las medusas. Noooo, no fue la intrépida, fue Núria. Yo, medio valiente: hasta la rodilla!!















Esa bahía es todo un espectáculo para los ojos de cualquiera, de verdad que sí, con esas pinceladas de islotes, cavernas espectaculares y pequeñas playas, aunque el esperado color verde jade era más bien azul plomizo. Lo perverso, que el agua cristalina brillaba por su ausencia, y es lamentable que un bien declarado Patrimonio de la Humanidad aloje tanta porquería a su alrededor. Deberían quitarle “el diploma” hasta que no sean capaces de cuidar ese entorno.


Nos llevaron a ver la cueva Hang Dau Go (Cueva de las estacas de madera), una impresionante cueva formada por tres cámaras, con estalactitas y estalagmitas, y a la que se accede a través de mogollón de peldaños, noventa según la guía.

Su nombre se debe a que, supuestamente, fue utilizada en el s.XIII para almacenar las afiladas estacas de bambú que el general y gran héroe nacional Tran Hung Dao, clavó en el lecho del río Bach Dang con el fin de cortar el paso a la flota invasora china de Kublai Khan.

“Los hijos de Khan, que habían aprendido de los chinos el arte de la navegación, sufrieron una derrota humillante y perdieron todos sus barcos, lo que impidió que el imperio mongol se extendiera también por Vietnam.”

No obstante, aunque la gruta en sí es muy chula, cuevas si había visto en otros lugares y lo significativo para mí fue disfrutar del mar y de sus islas, y de todo en general, porque es muy curioso ver los pueblos flotantes, que tienen casas y bajo el suelo una piscifactoría instalada. Bueno, y perros y parabólicas y la casa-escuela, y el barquito que transporta a los niñ@s al cole.

La gente vive en casas construidas sobre balsas de madera debajo de las cuales están las piscifactorías, de manera que crían allí los peces y mariscos y cuando engordan, los venden. Además de la pesca, es obvio que el turismo es otra fuente de ingresos para ellos, y en el momento que los barcos de turistas se acercan, aparecen las barquitas-frutería y la modalidad de barquita-kiosco con bebidas, galletas y bolsas de no se sabe muy bien qué.


Ahí va una panorámica desde la gruta Hang Dau Go.



Cuanto me hubiera encantado disfrutar de la cubierta del barco, pero con la rasca que hacía… Llevaba tres camisetas y el pareo a modo de chal, ya veis que poderío, pero era todo lo que tenía, snif, snif, y sólo me quedaba por ponerme la manta de la cama.

Los precios de las bebidas eran de escándalo para algunos, y mientras los australianos bebían vino a raudales en cubierta, los españoles de regateo con la mujer de la barca-kiosco... Al final compramos una botella de vino del país y lo que parecía ser patatas fritas onduladas, pero el guía nos advirtió después de hacer la compra sobre la multa de 5$ por persona si bebíamos el vino. Claro que nos cabreamos, porque sólo nos comentaron bebidas no incluidas, y si bien es cierto que teníamos sacacorchos, no estaba la cosa como para pedir copas prestadas así que pospusimos el botellón para la noche siguiente.

Después de una cena lamentable, sobremesa en español. Nos llevaron un pescado al horno, calamares a la romana, cebolletas también rebozadas y otro rebozado de no supimos qué, vamos que parecía que estábamos en una terracita de Málaga con una fuente de frituras malagueñas..., y el colmo fue cuando vinieron las patatas fritas!!! Eso sí, mientras terminábamos las cervecitas, muchas, muchas risas, comentando anécdotas sobre los días anteriores y cosillas a tener en cuenta, porque dio la casualidad que viajábamos en sentido contrario, bueno, y ellos además, venían de la entrañable Camboya. El resto del grupy jugando al póker, creo. El guía con sus compatriotas. Llegó la hora de dormir. Nuestro camarote estaba junto a la cocina y al motor del barco, y parece ser que olía fatal a gasolina. Yo ni me enteré, hasta que sonó el despertador a eso de las cinco… Una pena, seguía nublado, así que lo de la puesta de sol en la bahía tendría que soñarlo, una vez más…



















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