02 octubre 2007

Sentimientos otoñales

Los días que merman, las primeras lluvias, la sensación de vuelta al cole, promesas en verano incumplidas…, cosas que desaniman y ponen melancólico a cualquiera. No considero que la llegada del otoño llegue a provocarme una absoluta depresión, pero cada año se repite la misma historia, me ahoga y me envuelve en una sombría nostalgia. 

Con lo que me gustaría, precisamente hoy, dejarme aislar por esos momentos felices que he vivido. Pero va la mañana, y amanece nublada. Y va la tarde, y se pone a llover. Y es que los días grises y la lluvia me entristecen sin remedio.

Empiezo con la revisión de armario. Adiós sandalias y camisetas de verano. Castigadas al fondo del canapé, aunque algunas son afortunadas porque saldrán en breve de viaje. Me decido a hacer un poco de limpieza. Retiro ropa que ya no uso, la mayoría me queda grande y otra ya no me gusta, o no me veo bien. Pues sí, soy caprichosa, es más, mientras pueda permitírmelo me apetece seguir siéndolo. Tendré que ir de compras el fin de semana. Después, intento imaginar los muebles en otra disposición, pero no tengo muchas opciones. Realmente, es la más lógica y por lo tanto, ahí se quedan.

Momento fotos. Paseo la mirada por una pared llena de fotografías enmarcadas y sonrío. Me fijo en las de mi sobrino recién nacido, y tan bebé…, no es que haya dejado de serlo pero está tan cambiado que me enternece recordarlo así, tan pequeñín. Más fotos. Estas corresponden a escenas de mis últimos viajes, lugares que me han encantado y donde he sido muy feliz. Una vista de Lisboa, otra con Ouarzazate al fondo, un paseo por Praga o ese fondo de agua cristalina cerca de las islas Phi Phi. Y como dice la canción, cuando la pena cae sobre mí, miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos… De repente, mi sonrisa se amplía y se modera casi simultáneamente. Sentimientos contradictorios me invaden. 

Y continúo así horas, deambulando entre mis recuerdos, repasando lo que han significado en mi vida y decidiendo los que debería anular, porque en mi habitación y en la casa en general, estoy rodeada de los momentos felices, básicamente se traducen en fotos, de muchas de las cuales aún me cuesta desprenderme. De momento a un cajón, porque no dejan de ser "retales" de mi vida... fotos a contraluz..., como dice otra canción de un grupo que me encantaba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estar plof no suena nada bien, pero me pregunto si no es lo mismo que dice cada gota de lluvia antes de estrellarse contra el suelo. Y no todo el suelo es de la misma calidad: hay asfalto recién echado -aún calentito como el pan, ¡si no fuera por el mal olor!-, hay asfalto resquebrajado, mármol pulido de ése que se reflejan las suelas de los zapatos antes de plantarlas en tierra, hay granito sin labrar, terrenos áridos y sin esperanza y tierra negra, hermosísima otoñal, pletórica de nuevas estaciones y ansiosa de pobladores.

Así que estar plof, escribir, dejarse caer como una gotita empapando algo no es tan malo... si sabes caer. ¡Y tú caes bien, Ana! Por lo menos a mí me caes muy, pero que muy bien. ¡Anda y no has hecho nada especial para conseguirlo! ¿verdad? Pues ves, tonta, así son las cosas: se consigue mucho a veces sin esforzarse ni un pelo. Porque hay quien se pasa la vida entera queriendo ser querido y caer bien y ser acogido y merecer cartas y merecer pensamientos y protagonizar sueños felices con muchas sonrisas, y después de toda una vida de intentarlo o no lo consiguen o lo consiguen a duras penas.