23 octubre 2007

Mis vacaciones se acercan...








Ya estamos tod@s, las vacunas puestas, los nervios a flor de piel, lo
s billetes de avión, el seguro de viaje, el visado, el pasaporte, los euros y las tarjetas, el botiquín, el cuaderno de viaje, la cámara y dos tarjetas, la linternita, la guía del país, el bañador, la gafas de sol, las de ver, las de sol graduadas..., el tubo y la máscara para hacer snorkel, tal vez algo de buceo si logro vencer mis temores..., poca ropa, la mochila, una maleta semi-llena, otra vacía... Tan sólo me falta decidir que libro de los que me he comprado esta tarde llevar ¿La elegancia del erizo ó Un lugar llamado nada?


El jueves ya duermo en París, y probablemente estaré muchos días sin pasar por este Rinconcito; pero cuando regrese de este viaje, seguro que tendré un montón de anécdotas que contaros. ¡Hasta pronto!




2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Buenos días!

Es sábado por la mañana. Si no me equivoco, Ana habrá pasado su primera noche en Hanoi, porque la del jueves durmió en París. Ahora que ella no está, es el momento de comprobar que todo sigue en orden: ya sabéis, los amigos salen de viaje y te dejan la llave para que riegues las plantas (sin encharcarlas, por favor), para que atiendas cualquier imprevisto y por si es necesario recurrir a quién sabe qué papel en el último momento antes de que venza un plazo que se nos olvidó.

Bueno, no es el caso. Ana es organizada y no creo que haya dejado nada al azar. De cualquier forma, aquí estamos: en la retaguardia, en el campo base, porque nos gustaría que hicieran lo mismo con nosotros, llegada la ocasión.

Eso tienen las relaciones humanas: se basan en una ley muy sencilla, la de la reciprocidad. No hay mayores secretos: sintonía y reciprocidad. A nadie se le ocurre que esto se vaya a parecer a una balanza de platillos, porque no se trata de ver en qué sentido se inclina el fiel; es más, ni siquiera procede tener báscula. Pero los buenos amigos se riegan unos a otros -ya que hablamos de plantas-, se rocían con millones de gotas de afecto y no pierden el entusiasmo que se manifestó el primer día, cuando nos presentaron.

¿Sabéis que cuando la gente crece, se empareja y forma familia, algo como una membrana muy fina va ocultando allá a lo lejos a los amigos? Y no conviene, porque un día, por las razones que sean, puedes volver a necesitar ese brillo con que la amistad toca tu hombro, o el cine en silencio, o la conversación ajena que corrige una manía o justifica la angustia.

Pero la amistad es, sobre todo, un arte. El lazo invisible que organiza grupos sociales y rompe estratos, el don de los más afortunados, o sólo el premio a quienes sonríen cuando procede y saben no estar cuando llega el caso.

Nada más. Entorno las persianas, apago la luz. Todo está en orden. Ana, pásalo bien y tráenos imágenes e historias. Después de todo, uno es tan ignorante que de Vietnam sólo recuerda una guerra y las primeras frases de "El americano impasible". Cierro la puerta. Dos vueltas de llave. Volveré en unos días.

Pedro

Ana dijo...

Es un lujo que aparezcan comentarios de este tipo en este blog. Graciassss, Pedro!!!

Tienes mucha razón, salvo en lo de organizada... No sabes hasta que punto he dejado de serlo en este viaje, jeje. Lo iré contando.