02 junio 2008

Dejarse conocer

Hace años me costaba un montón abrirme a la gente, y me limitaba a contar de mi vida cosas superficiales, meras anécdotas. Y es que, abrir a otros la puerta de mi corazón suponía permitir que entrasen a cotillear en mi hogar y descubrieran en él mi mundo más personal, lo que pienso, lo que temo…, en parte por timidez y en parte porque de alguna manera nos han educado para no parecer vulnerables ante los ojos de cualquiera.

Con los años y el tiempo he comprendido que todo en la vida supone un riesgo y que si me resigno a no compartir con otros y a no permitir que me conozcan, eso implica que también me voy a perder muchas cosas de los demás. Y aunque existe la posibilidad de que esta conducta me decepcione y conlleve tal vez a sufrir con unas gotas de amargura, es infinitamente mejor arriesgarse, porque el que no arriesga no gana y, como no sé quien dijo, los cobardes son los que siempre pierden.

Me ha venido a la memoria el libro de El Principito porque he visto la fotografía creada por Ouka Leele en una exposición que hay en el Museo del Traje. Me gustó mucho el libro de El Principito, y recuerdo que me encantó también la adaptación de la obra estrenada hace años en las fiestas de mi cole, y es que tenía algunas compañeras que eran realmente muy buenas en el mundo de la interpretación.

El capítulo de la conversación entre el zorro y el principito está muy bien. Pues claro que vale la pena domesticar y ser domesticado, después de todo, está genial eso de dejarse conocer y al mismo tiempo desear conocer a otros. Y al final, trasladando la imagen de su amigo al paisaje que contempla piensa que ese trigo que ve ya no será más el trigo, sino el pelo rubio que le recuerda a su amigo... A mí al menos, me invita a pensar sobre lo significativo que es crear verdaderos lazos de amistad, esos que ciertamente nos convierten en muchos momentos en seres únicos y especiales para otras personitas. Mola mucho.


Apareció entonces el zorro.

-Buenos días -saludó el zorro.

-Buenos días -contestó amablemente el Principito que al darse vuelta en dirección a la voz no vio a nadie.

-Si me buscas, aquí estoy -aclaró el zorro- debajo del manzano.

-Pero… ¿Quién eres tú? -preguntó el Principito-. Eres muy hermoso.

-Soy un zorro -dijo el zorro.

-Acércate…, ven a jugar conmigo -propuso el Principito- ¡Estoy tan triste!.

-¿Jugar contigo? No…, no puedo -dijo el zorro-. Aún no estoy domesticado.

-¡Ah! Perdón -se excusó el Principito.

Interrogó, luego de meditar un instante:

-¿Has dicho "domesticar"? ¿Qué significa "domesticar"?

-Tú no eres de aquí -afirmó el zorro- ¿Puedes decirme qué es lo que buscas?

-Busco a los hombres -respondió el Principito- Dime, ¿qué significa "domesticar"?

-Los hombres -intentó explicar el zorro- poseen fusiles y cazan. Eso es bien molesto. Crían también gallinas; es su único interés. Tú buscas gallinas, ¿verdad?

-No -dijo el Principito-. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?

-¡Ah!…, es una cosa muy olvidada -respondió el zorro-. Significa "crear lazos".

-¿Crear lazos?-preguntó el Principito.

-Así es -confirmó el zorro- Tú para mí, no eres más que un jovencito semejante a cien mil muchachitos. Además, no te necesito. Tampoco tú a mí. No soy para ti más que un zorro parecido a cien mil zorros. En cambio, si me domesticas…, sentiremos necesidad uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo.

-Creo que empiezo a entender -dijo el Principito-. Hay una flor… Creo que me ha domesticado.

-Es probable- contestó el zorro- ¡En este planeta, en la Tierra, pueden ocurrir todo tipo de cosas!

-¡Oh! No es en la Tierra -se apresuró a decir el Principito.

El zorro se quedó no menos que intrigado.

-¿Acaso en otro planeta?

-Sí.

-¿Puedes decirme si hay cazadores en ese planeta?

-¡Oh, no! No los hay.

-Me está resultando muy interesante. ¿Hay gallinas?

-No.

-No existe nada que sea perfecto -dijo el zorro suspirando.

Luego prosiguió:

-Mi vida es algo aburrida. Cazo gallinas y los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen como también los hombres se parecen entre sí. Francamente me aburro un poco. Estoy seguro que…, si me domesticas mi vida se verá envuelta por un gran sol. Podré conocer un ruido de pasos que será bien diferente a todos los demás. Los otros pasos, me hacen correr y esconder bajo la tierra. Pero el tuyo sin embargo, me llamará fuera de la madriguera, como una música. ¡Mira! ¿Puedes ver allá a lo lejos los campos de trigo? Yo no como pan, por lo que para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo nada me recuerdan. ¡Es triste! Pero tú tienes cabellos de color oro. Cuando me hayas por fin domesticado, el trigo dorado me recordará a ti. Y amaré el sonido del viento en el trigo…

El zorro en silencio, miró por un gran rato al Principito.

-Por favor… ¡Domestícame! -suplicó.

-Lo haría, pero… no dispongo de mucho tiempo -contestó el Principito-. Quisiera encontrar amigos y conocer muchas cosas.

-¿Sabes…? Sólo se conocen las cosas que se domestican -afirmó el zorro-. Los hombres carecen ya de tiempo. Compran a los mercaderes cosas ya hechas. Y… como no existen mercaderes de amigos, es muy simple, los hombres ya no tienen amigos. Si realmente deseas un amigo, domestícame.

-Y… ¿Qué es lo que debo hacer? -preguntó el Principito.

-Debes tener suficiente paciencia -respondió el zorro- En un principio, te sentarás a cierta distancia, algo lejos de mi sobre la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra suele ser fuente de malentendidos. Cada día podrás sentarte un poco más cerca.

.....

Si te apetece leer el libro completo, he encontrado una maravillosa versión con ilustraciones aquí.

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